Obra de Julian Schnabel
No eran tiempos de rogativas,
sino épocas de dádivas.
Obligados a darse íntegros,
sin cuartos de lunas de distancia.
Hilaridad a borbollones,
nada de rictus sin saleros,
las miradas románticas,
jubilosas por derecho.
Acomodada la paz en las blancas manos,
la bondad por el alma desparramada;
sinceramente el cuerpo entregado,
la vida altruistamente regalada.
Mas la clarividencia no es tu don,
te perdías en cada jugada;
bajabas y subías columpiado,
al vaivén de dudas y cábalas.
El pavor te poseía a ratos,
Valiente, acaso por errata,
volabas entre dos vientos,
caminabas en alpargatas.
La piel reclamaba a los sentidos,
la mente solaz para sus estancias.
Alzabas al aire la voz,
más con la boca tapujada.
Vamos a dormirlo todo,
acúnalo entre carámbanos y escarchas.
Ojalá, al despuntar la aurora,
divises el sosiego que te esquivaba
y escoltes al amor hasta su caverna jaspeada.
©Trini Reina
19 noviembre 2004
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