Un cri, cri, cri, genuino
zarandeó mi sueño
y desperté soliviantada.
Tic, tac, tic, tac, tic, tac...
para los tímpanos una espada.
La noche se hace eterna
en el enmarañado fru, fru
de las sábanas.
Kiquiriquí, kiquiriquí,
ya se eleva la madrugada.
Con el pío, pío, pío, a la aurora,
saqué mi bandera blanca.
Y, tanteando las zapatillas,
agotada, abandoné la cama
Plaf, plaf, plaf, plaf...
De onomatopeyas, amigos,
está la noche sembrada.
©Trini Reina/2009