Ramas de otoño crecen en el alma
y sobrevuelan sus centros hojas muertas,
amarillentas esquelas de la alegría.
Se adentra el ser por áureos paisajes,
allá donde anida el olvido
y el polvo de su guarida la empapa
de indisciplinadas remembranzas.
Nunca fue sano ese viaje,
del que el corazón regresa oprimido,
y sin remedio para el ultraje.
Arreció la lluvia de hojas muertas
sobre esa sombra al otoño abonada,
que, de tan ajada,
semeja un pájaro vencido
que despierta de sol herido,
a años luz de aquella quimera,
tan inútil ahora en la distancia;
como antaño engrandecida.
©Trini Reina
22/10/2008
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