Siempre tuviste el poder
de alegrarme el alma,
con una escueta sonrisa,
con una nimia palabra.
Deseo acariciar con mis dedos
tu piel rebosante de albas,
poner a tus pies para que pises,
hojas de gráciles palmas.
Ordenar separarse los océanos
como el Profeta de las Tablas,
y que así paseando llegues
hasta la orilla de mi playa.
Ablandarte los escollos,
allanarte las montañas;
esparcir mi perfume al viento
para que trasmine tus estancias.
Arrobada oír tu voz,
sinfonía sagrada a los oídos,
cuando llega la noche y susurras;
enrédate conmigo.
Por eso te invito a beber
de mi fuente de agua clara,
en parte te pertenece,
eres el río de donde emana.
©Trini Reina
01/06/2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario