En
estas paredes espesas,
que
se estrechan por instantes,
hay
ángulos que inquietan
con
ráfagas de luz y desvarío;
redes
sin nudos que esclavizan;
fechas
descabezadas
que
transcurren para nadie;
el
viso festivo de alguna sombra…
Todo
lo teme mi figura arriada;
todo
es estruendo que asesina;
todo
es ajeno y lejano y frío.
Un
extranjero me puebla
y
en su costado me refugio
con
ceniza en la palabra.
El
sol araña las ventanas,
a
las que, sin ver,
me
asomo.
Y
ahí permanezco
-suspensa
y circundada-,
en
los dinteles invertidos
de
esta casa que perdí
y
que en otro tiempo me nacía.
16 de diciembre 2011
Obra de Edgar Degas
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