Tras los
muros
se eterniza
el jardín en su abandono.
Apagadas
las luces del insomnio
recorres la
senda anaranjada
que te
retorna al vértigo.
El viento
es la música de fondo
que te
hostiga.
Una diadema
de escarcha se precipita
sobre los
nidos desmantelados.
En cada
rama se astilla
el cadáver
de la inocencia.
Más allá de
la madrugada
el otoño de
los siglos parece iluminarte.
Gotas de
acero se suicidan en tus pupilas.
Pintura de Isabel Navarro Verdú
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