Abracé al viento irascible que,
a ráfagas, se enredó en mi cintura. Aspiré
su fragancia a indómita libertad. Quise llenar de él mis manos; mas, arisco,
huyó y se posó en mi pelo, que se dejó mecer por su locura.
Cubrí mis oídos para no delirar
con su suspiro. Cerré mis ojos para que no me hiriera la prisa de su vuelo. Y
entonces, sentí en mis labios un turbulento beso que dejó en mi boca sabor a
mar.
Obra de John William Waterhouse
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