Entre tus manos confinaste
las mías;
nunca hubo prisión más
dulce.
Todo el peso de tu deseo
en aquella caricia,
todo el ancho del amor
en la yema de mis dedos.
Luego, aún las manos
fundidas,
apartamos de ellas la
mirada,
y se encontraron nuestros
ojos.
Espejos que jamás
necesitaron
la pericia de la palabra.
Todo el peso del deseo
en ese tu contemplarme,
todo el ancho del amor
en mis pupilas.
El mundo detenido.
Interrumpieron los pájaros
el vuelo.
Cesó el viento de bambolear
ramas.
Hasta el mar enmudeció las
caracolas
y decretó silencio a sus
olas.
Todo el peso de tu deseo
a mis sentidos suspira.
Todo el ancho del amor,
en mi corazón danza.
Tú y yo,
suspendidos en ese instante
recogido,
donde concordaron nuestras
almas.
®Trini Reina/28/08/2008
Obra de James Crandall
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.