La mujer del cuadro me contempla desde la inconclusa
sombra de sus pestañas. Su rostro oblongo golpea el esqueleto de mis ojos,
recostados en su finura. Siento como la clausura que la abate escapa del lienzo
y me traspasa. El espacio se torna silencio. Silencio que rompe el reloj, donde
los minutos se malogran.
Con sus labios de agua, la mujer del cuadro parece ansiar
narrarme su historia; pero los pinceles voz le negaron.
La
tarde reverdece y el sol desgarra las vidrieras con potencia airada. La mujer
del cuadro se retrae ante tan alta luz y deja de girar en las curvas de mi
retentiva. La comunión del instante pliega velas y me abandono en la salina feraz que desecó la marisma azul de
mis lágrimas.
©Trini
Reina/Mayo
2010
Obra de Isabel Navarro Verdú
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