Ayer,
de improviso,
enajenada,
equivoqué los pasos
y me adentré
en un paisaje
-fronda y arena-
ya desterrado.
Un verano
remoto y amarillo
se me vino encima;
candela que irradió
la semilla petrificada de un anhelo.
El impacto,
por unos instantes,
inflamó el respiro.
Luego,
la nieve del pasado reclamó su reino
y los signos se templaron.
Retiré las telarañas de mi frente
y giré los pasos,
crecida,
antes de que las sirenas intempestivas
osaran adularme.
de improviso,
enajenada,
equivoqué los pasos
y me adentré
en un paisaje
-fronda y arena-
ya desterrado.
Un verano
remoto y amarillo
se me vino encima;
candela que irradió
la semilla petrificada de un anhelo.
El impacto,
por unos instantes,
inflamó el respiro.
Luego,
la nieve del pasado reclamó su reino
y los signos se templaron.
Retiré las telarañas de mi frente
y giré los pasos,
crecida,
antes de que las sirenas intempestivas
osaran adularme.
Pintura de Henri Edmond Cross
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