19 de junio de 2025

La fiera enjaulada

Imagen de c en Pixabay
La fiera enjaulada sobrevivía
plegados los élitros tras la espalda.
Hilos invisibles de níquel la celaban.

Sabia, lo intuía, y en clausura se inmolaba.
Su alimento eran granos de venturas atávicas;
la sed prevenía en las estiadas fuentes del alma.

Danza huérfana de músicas, paso tras paso ejecutada.
Paseando por las aristas entre cuatro murallas.
Tan montaraz y asalvajada en este claustro negro,
lentamente se desangra.

No alcanzaba la luz,
que con desmedido afán escudriñaba.
Mas divisó el talón de Aquiles en la alta alambrada
y con la testa abrió senderos a fuerza de caviladas.

Se zafó un mediodía, infeliz fierecilla semiahogada;
bebióse las calles, colmóse de estampas,
saturados los oídos de sinfonías libertarias.

Le florecieron plumas que acicalaron sus alas,
en el horizonte divisó novel tierra encantada,
elevándose con el viento, sin mirar atrás,
abandonó el inframundo de jaulas sin esperanzas.

©Trini Reina
19/11/2004

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