"El acordeonista" Pintura de: Muriel Marchand de Juliá http://elviajedemuriel.blogspot.com/
La plaza ardía de gente. Las terrazas no mostraban ni un velador desocupado; las tiendas, abiertas eternas horas, ofrecían sus mercancías; la heladería presentaba un lleno absoluto en ese medio día estival y enrojecido. El músico callejero tocaba, a pleno sol, su acordeón adormilado; de vez en cuando, disimulando, se acercaba a la risueña sombra de una buganvilla, para volver sobre sus pasos. La gente, yendo y viniendo, charlando, riendo y hasta vociferando para hacerse oír en medio de tanta algarabía. Apenas un niño prestaba atención a los acordes de esa melodía acuchillada. Sus ojos eran ascuas, y su pelo bermejo, al son del poniente y la música, se movía. Me pareció tan minúsculo y atento como esa rosa que brotaba, solitaria, en el parterre pétreo de la esquina.
Toda mi curiosidad se posó en aquella escena, dividida entre el ajetreo del gentío y la cápsula que la música tendió sobre el cielo del niño.
Tras interpretar varias piezas, el músico, quitándose su gorra desteñida, por la sal y el tiempo, pasó de velador en velador y alrededor del brocal de la fuente pidiendo alguna propina para su destreza. Sólo el niño, aún fascinado, en la contrapuerta de la heladería, renunciando a su helado, donó la moneda que portaba a la boina tan humilde y vacía.
©Trini Reina/2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario