La última vez que lo vi con vida fue en la sala de espera del servicio de Oncología del Hospital Virgen Macarena. Hacía mucho que no lo veía por el pueblo y me paré a saludarlo. Estaba ya muy enfermo, pero su sonrisa seguía desafiando a la muerte. Unos días después, según me dijeron, viajó a Fuerteventura a entregar una imagen de la Virgen del Carmen que el Alcalde de la localidad le había encargado tiempo atrás. Esto fue veinte días antes de morir. Exponía que su compromiso con las personas que le habían hecho el encargo, era mayor que el mal que tenía y que era su obligación ir a colocarla.
Antonio Macías César fue un buen hombre y un magnifico artista. Lástima que, como tantos otros creadores, no haya disfrutado del reconocimiento, mientras vivía -que es cuando se merece-, de muchos de sus paisanos.
El mural que adorna esta recoleta plaza de la foto, y que la engrandece, fue obra suya, así como algunos azulejos que embellecen los nombres de ciertas calles del centro del pueblo.
Será por esos juegos de la mente que ahora, cada vez que paso por esta plaza, a la que con criterio, el Ayuntamiento de Tomares ha denominado con su nombre, me parece verlo ahí sentado, en ese banco, sonriente y saludando a los viandantes. De alguna manera he sacado el último recuerdo que tengo suyo y, de un lugar gris como son los hospitales, lo he trasladado a un lugar lleno de sol y sobrado de colores, como él se merece.
©Trini Reina
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