Imagen de la red
Dirás, que no me crees, que infinidad de veces tomé las valijas y marqué distancias, para luego volver a ti, con el orgullo roto y el alma a rastras.
Hoy será distinto, prometo marchar allende tu casa, donde no me alcance, como una ola, la persuasión de tu sonrisa, ni el encantamiento de tu mirada.
Arduo será cargar sobre los hombros esta soledad implorada, mientras la huella del dolor forja nuevos surcos en mi cara y, en los ojos, se hace pública toda mi angustia derramada.
Mas, el espíritu agradecerá que lo libere de ese deseo negro que, estando tú, lo aprisionaba, coartando su armonía y despilfarrando la décima de cordura que le restaba.
Te digo adiós. Jamás imaginé que mi voz, para ti, emitiera tan gris palabra, mas la voluntad de cerrar esta historia me posee y, de su mano, vuelo sin alas.
Tu recuerdo viajará conmigo sólo hasta que el olvido lo triture entre sus garras, cuando una nueva ilusión ingrese en mi corazón, encalando sus tapias. Para que en ellas, el sol reverbere y, con su albor, desvanezca las sombras pasadas.
Éste es el adiós definitivo, que la vida sin mí te dote de gracia, que yo, sin ti, sembraré la mía de las más primorosas plantas. Así la dicha bailará nuevamente en mis venas como, en las hojas, baila la savia.
©Trini Reina
20 de febrero de 2006
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