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Volaba, la sensatez perdida. Volaba, por la cumbre de la euforia. Los pies, hollando flores. Las manos, acariciando nubes.
Desde su alcor, la luna la celaba, menguante y respingada; vaticinando la debacle. Más ella, coqueteando con la brisa, su idílico mundo fraguaba.
Las estrellas, formando corros, hilvanaban cábalas ¿Dónde irán destinados, los pasos de aquella incauta que, tanto se desviaban de la ruta prefijada? Mas ella, aventurada, desafiando a los elementos; apasionada por la vida…Volaba.
Volaba, la sonrisa descubierta. Volaba, el corazón desnudo. Y la piel, a la pasión dispuesta. Volaba. El alma, candorosa, confiada en las gentes y las cosas. Escoltada por sus sueños. Precedida por su sombra.
Su sombra, que viajaba adelantada, no se percató que en su viaje, el cielo trocaba el paisaje. Y el hielo del desencanto, al cielo usurpó su celeste manto y lo vistió de brumas.
El viento, despertó de su destierro, y de pleno la alcanzó en un costado; desequilibrando la armonía, de sus alas irisadas. Y sin misericordia, fue empujando a la desdichada mariposa, obligándola a descender ladera abajo.
Las flores, dejaron de exhalar amores, y se volvieron espinas, que herían sus pies desnudos y sus manos vacías. Y sin freno, siguió cayendo, desde la cúspide de sus sueños; hasta el abismo de la nada. Que las mariposas son etéreas, y el céfiro las arrastra.
©Trini Reina
4 de marzo de 2006
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