Mi soledad y yo
hace tiempo que firmamos una alianza de no agresión: testigos fueron su
malasombra y mi hastío.
Ella hizo voto de no tiranizarme con su insidia. Y yo, prometí no acunarme
junto a sus zarpas.
De vez en cuando, me dejo arrastrar hacía su silencio y ella, leal, me zarandea
recordándome nuestro convenio.
Otras, es ella, olvidadiza, quien se cuela por rendijas y puertas; viscosa y
muda, y yo, para que no me seduzca le cierro
mis recovecos.
Cuando en los alrededores la algarabía hiere mi sosiego, la reclamo, y ella a
mí acude engalanada de añil. Y entonces yo, cansada, me dejo acariciar por sus
manos arrulladoras…
Pero, cuando sin requerirla aparece de negro paño vestida, antes de que macule
mí alma; extraigo de mi seno el pacto sellado, y le recuerdo su compromiso; y
aunque ella se empecine, y pretenda quedarse en mis estancias más de lo acordado, me armo de voluntad y la desdeño.
Mi soledad y yo…
Llevamos años gozando de una sublime coexistencia.
©Trini Reina/1 de agosto de 2005
Obra de Eduardo Argüelles
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